Imponerse metas personales es una valiosa herramienta en el camino para ser una mejor persona. Pero en más de una ocasión sucede que, a pesar de todos los intentos, no son tan fáciles de alcanzar. ¿Qué podemos hacer en estos casos?
Fijar metas
Para poder alcanzar nuestros objetivos, hay que establecerse metas. Al momento de imponer esas metas, ponlas en categorías (por ejemplo, salud física y mental, carrera, espiritualidad, etc.) y ponles un determinado periodo de tiempo (corto, mediano y largo plazo).
Tener las metas clasificadas en categorías no solo te ayuda a enfocarte a lo que debes hacer, sino también te puede ayudar a dejar de lado algunas cosas. Hay que saber adaptarse y poder ser flexibles con los objetivos.
Es importante no confundir la flexibilidad con la vaguedad. Si tus metas son muy vagas, probablemente no te lleven a nada. Intenta que las metas sean cuantitativas. Por ejemplo, si quieres mejorar tu salud, proponte hacer cierta cantidad de ejercicio cada día. Si quieres aprender más de cierto tema, proponte leer acerca del tema diariamente por un periodo determinado de tiempo. De esta forma, divides tus metas en objetivos más pequeños, y te es posible juzgar el avance.
Reanaliza
Las personas (y las situaciones alrededor) cambian constantemente. Por ello es importante reanalizar las metas y preguntarse si todavía son apropiadas.
Tal vez lo que quieres ahora no es lo mismo que querías cuando impusiste tus metas. Dale una mirada honesta a tus pensamientos y sentimientos. Si tus metas ya no te llevan al lugar a donde deseas ir, cámbialas.
Pero no te des por vencido. Muchas veces esta etapa de reevaluación puede convertirse en una trampa que te lleva solamente a tirar la toalla. Hay ocasiones en las que las cosas se ponen difíciles, y tal vez parezca que ya no podemos seguir adelante. Esto solo es parte del camino.
Por ello es importante el análisis cuidadoso de las circunstancias, para poder decidir si el dejar de lado una meta es porque ésta ya no me lleva adelante en mi propósito o si solamente es por el desánimo del momento. Tal vez las cosas se vean grises en el momento, pero como ya se dijo, todo cambia.
Celebra
Cuando vayas cumpliendo tus propósitos, date una recompensa. Celebra el esfuerzo que has puesto para cumplir tus metas. No tienen porqué ser grandes recompensas. A veces las cosas más pequeñas son las más significativas.
Intenta que tu recompensa esté en línea con tu propósito. Por ejemplo, no es buena idea celebrar tu objetivo de vivir sanamente con una gran comilona. Pero, ¿qué tal si recompensas tu sacrificio con una jornada más leve de ejercicio, o saliendo a caminar por un parque que no frecuentas?
Relájate
Recuerda que tus objetivos no te definen como persona. Solo son herramientas que dan estructura y te ayudan a ver el progreso. No cumplir con una meta no es el fin del mundo.
Se siente bien cumplir con lo que hemos planeado. Pero a veces esto no es posible. No dejes que tu cuidadosa planeación se ponga en el camino de vivir plenamente tu vida. No te frustres si las cosas no son perfectas. Rara vez lo son. Así que es mejor relajarse y disfrutar lo que se tiene.
Recuerda que la clave de la felicidad no está en mirar todo lo que nos queda por recorrer, sino en estar agradecidos por lo que ya hemos avanzado.