Antes de publicar en Internet…

Publicado en Persona
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¿Publicar o no publicar? Esa es la cuestión. Probablemente todos tengamos diferentes criterios para valorar si una publicación es apropiada o no para Facebook, Twitter, etc. Es común caer en un extremo o en el opuesto: compartir todo lo que se te pase por la cabeza, sin filtro, o quedar paralizado por el miedo al qué dirán los demás o cómo reaccionarán a lo que publicamos. Conseguir un equilibrio entre la inhibición y el exhibicionismo requiere un poco de reflexión… y a veces que aprendamos a base de cometer errores.

¿Por qué voy a publicar este contenido?

Todos deberíamos reflexionar sobre qué publicamos y por qué lo hacemos.

¿Es mi publicación un intento de recibir atención, estoy buscando los ‘me gusta’? ¿O es una manifestación sincera y auténtica? ¿Qué razón tiene, qué me motiva a compartir esta fotografía o mensaje en concreto? La respuesta no tiene por qué ser noble y desinteresada, más bien debería buscar ser sincera conmigo misma y garantizar que soy consciente de mis motivaciones.

¿Quiero subir una fotografía porque creo que salgo fantástica? ¡Estupendo! Pero si es la tercera de esta semana, entonces necesito replantearme qué es lo que recibo a cambio de publicar mis selfis. ¿Tengo alguna carencia en mi vida? ¿Qué estoy buscando? ¿Qué expectativas tengo? ¿De verdad esta es la mejor manera de obtener la atención que busco? ¿Hay alguna verdad sobre mí misma que deba afrontar?

Otra pregunta importante es “¿Qué estoy vendiendo?”. ¿Soy consciente de que mis mensajes, fotos y vídeos no son solamente una expresión de mis intereses y mi imaginación, sino que también son una influencia para otros? ¿Qué estoy fomentando? ¿Opinión, ira, división, un nuevo lápiz de labios, unas piernas torneadas? ¿O paz, bondad y una imagen natural?

Reflexionar y cuidar muy imagen en la red no significa que tenga que ofrecer un retrato de mi persona como un ángel. No tengo que fingir ser un tipo imposible de “ideal”. Puedo ser yo misma, compartir tanto mis triunfos como mis fracasos o penas, aunque las buenas formas siempre deben primar y tengo que ser consciente de las consecuencias que tiene lo que comparto. Independientemente de lo cuidadosa que sea, lo más probable es que en algún momento publique algo de lo que me arrepienta, pero cometer errores no es el fin del mundo; es parte de la vida, dentro y fuera de Internet, siempre y cuando reconozca mis errores y me esfuerce en corregirlos y aprender de ellos.

¿Por qué no?

Si tengo dudas sobre si hacer o no una publicación sobre un logro o una experiencia positiva, me pregunto por qué. ¿Qué me molesta? ¿De qué tengo miedo? Me imagino las peores consecuencias y entonces me río de mí misma.

En mi ordenador tengo miles de fotos y vídeos que nunca verán la luz en Internet, y así es como debe ser; hay cosas que no le interesan a nadie más. Pero gracias a esta pregunta — “¿por qué no?”— me he atrevido a salir al mundo con mi propio contenido, mi alegre creatividad y mis propias ideas. Porque… ¿por qué no?

¿Qué no debería publicar nunca y por qué?

Sobre esta cuestión, mi regla número uno es que el respeto hacia los demás es primordial. Ningún número de ‘me gustas’ o de veces compartido merece el malestar de un solo ser humano. Así que nunca publico imágenes de personas sin su consentimiento ni publico nada que pudiera dañar a nadie en este momento o en el futuro.

Regla número dos: nunca publico nada que no quiera publicar. Suena obvio, pero a veces nos sentimos tentados a publicar cosas por presión social, en contra de nuestro propio juicio o nuestras preferencias personales. Mi principio es que no haré algo solamente porque todos los demás lo estén haciendo o porque esté de moda. Tengo que ver una razón real para hacerlo.

Respetar los límites

Las reglas generales sobre lo que deberíamos o no publicar se reducen a ser consciente, responsable y respetuoso (hacia las personas, su imagen y sus decisiones). Después de esto, somos libres.

¡Probemos cosas nuevas! Atrevámonos a pensar por nosotros mismos, seamos o no diferentes del resto. Compartamos lo que es importante para nosotros, lo que nos hace felices o tristes, respetando a las demás personas, siendo conscientes de nuestras motivaciones y responsables de las consecuencias.

Está bien que nos permitamos ser nosotros mismos, siempre y cuando establezcamos nuestros límites sabiamente.