A todos nos gustaría que las cosas siguieran el ritmo que queremos: progresar rápido, conseguir fácilmente el dinero para comprar algo que nos gusta, aprender al instante a andar en bici o resolver de golpe los problemas de nuestra familia. Sin embargo cada proceso que ocurre en el mundo tiene su propio ritmo y debemos aprender a reconocerlo. Si no esperas el tiempo adecuado para sacar las galletas del horno estarán crudas.
Algunas veces la paciencia consiste en comprender ese ritmo y aguardar simplemente a que los procesos se completen, en otros casos lo que requiere de ti es que la combines con constancia, sobretodo al querer adquirir una habilidad, o al querer alcanzar un objetivo; por ejemplo aprender a nadar.
Otro valor relacionado con ella es el esfuerzo. Para conseguir objetivos importantes no basta con un instante, sino el paciente esfuerzo de muchos años.
La paciencia también significa soportar con autodominio y serenidad las situaciones que no nos gustan. Puede tratarse de casos muy sencillos: el tráfico, las clases de una materia que te choca. Pero también te sirve para soportar situaciones mucho más difíciles: La carencia de dinero en tu hogar, la enfermedad o los pleitos de tu familia. Quienes son pacientes responden con calma e integridad, así pueden pensar en soluciones y tomar mejores decisiones.
No pienses que ser paciente consiste en cruzarte de brazos. Se trata más bien, de aceptar con valor las pruebas que te pone la vida y aprovecharlas para progresar y crecer, de ver en cada obstáculo una oportunidad.
En resumen, ¡nunca te desesperes! Resiste con calma, piensa algunas estrategias y soluciones, ten paciencia contigo mismo y recuerda que de esa forma cada minuto te estás volviendo más fuerte