El camello se fue de paseo

Publicado en Familia
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Una pequeña hizo un lío con la escena del nacimiento: ninguna pieza había permanecido en su lugar. Pero una inspección a fondo reveló un curioso pensamiento tras la desastrosa escena.

Cada Navidad, nuestra familia disfruta de la tradición de montar la escena de la Natividad con figuras de cerámica: acomodamos a los reyes magos y a sus camellos, a los pastores con sus ovejas y, obviamente, en el establo se encuentra María y José con el recién nacido Jesús. Año tras año la escena es la misma.

Un año, cuando mis hijos todavía eran pequeños, desenvolví cuidadosamente cada una de las piezas y armé una representación artística de la primera Navidad. Los niños se reunieron a mi alrededor para observar. Entonces les hable acerca del nacimiento de Jesús y las visitas de los pastores y los magos. Finalmente, como siempre, les advertí a los niños que no cogieran las figuras, explicándoles lo frágiles que eran y que se podían romper con facilidad.

Ese año, sin embargo, la tentación fue demasiado grande para mi hija de 2 años Elizabeth. El día que pusimos la escena del Nacimiento, para mi disgusto, noté que en varias ocasiones uno de los camellos había huido de su lugar asignado o que una de las ovejas se había escapado de la vigilante mirada de su pastor. En cada ocasión, retornaba la pieza a su lugar, para luego rastrear a la culpable y amonestarla para que dejará en paz las figuras.

A la mañana siguiente, Elizabeth se despertó y bajó las escaleras antes de que yo lo hiciera. Cuando caminé hacia la sala, enseguida noté que la escena de la Natividad había sido perturbada otra vez. Todas las figuras habían sido agrupadas una a lado de la otra, tan juntas como era posible acomodarlas. Impacientemente, di un paso al frente dispuesta a poner las cosas en su lugar; pero me detuve en cuanto me di cuenta de que existía cierto razonamiento detrás del nuevo arreglo. Todas las 23 figuras del Nacimiento estaban acomodadas en un círculo, mirando hacia adentro, empujándose unas a otras como si quisieran obtener la mejor vista posible de la figura que descansaba en el centro de todo: el bebé Jesús.

Mi espíritu se conmovió mientras reflexionaba en la perspicacia de una niña de 2 años. Ciertamente, Cristo debería encontrarse en el centro de nuestras celebraciones navideñas. Si todos pudiéramos acercarnos a nuestro Salvador, no solamente durante la temporada de Navidad, sino que cada uno de nuestros días, qué mejor perspectiva de la vida tendríamos. El amor que nos ofrece a cada uno de nosotros sería fácilmente compartido con los otros que no se han aventurado a acercarse tanto a Jesús. Por lo tanto, decidí que ese año la escena de la Natividad se quedaría de acuerdo al diseño que Elizabeth ideo. De esta manera, durante el resto de la temporada sirvió como un profundo recordatorio acerca del verdadero significado de la Navidad.

Traducción y adaptación: Veritas Redacción.