Pequeñas acciones en familia pueden cambiar al mundo.
Muchas familias cristianas, cuando toman conciencia de su misión, ponen al servicio de la Iglesia con admirable ilusión las fuerzas humanas y sobrenaturales que sacan de su amor conyugal y del sacramento del matrimonio (Card. Van Thuan).
Tened momentos de silencio para sumergiros juntos en la oración, momentos en los que ésta brote espontáneamente de vuestros labios por vuestros hijos, por vosotros, momentos de diálogo íntimo sobre la vida espiritual y el apostolado.
Serán momentos de revelación, momentos de intensa alegría. Haced esa experiencia: ¡el Señor está en medio de vosotros! (Card. Van Thuan).
Los momentos que pasamos «sentados los dos junto al Señor» son para nosotros momentos de verdad y de extraordinarios descubrimientos. Constituyen una meditación de una asombrosa eficacia.
En esos momentos, la atmósfera familiar cambia y los problemas más espinosos se truecan en comprensión recíproca.
Antes los esposos vivían en una «coexistencia pacífica» esporádica y superficial. Durante esos minutos todo es amor, alegría, ternura y oración (Card. Van Thuan).
El movimiento de Acción Católica es una expresión de la ayuda mutua para promover el espíritu evangélico en la familia y en el barrio donde uno vive. Lo forman grupos de siete u ocho familias del mismo barrio que tienen reuniones periódicas en sus casas de forma rotativa.
La reunión comienza con la lectura de un texto evangélico, tras lo cual cada uno comenta cómo ha vivido el espíritu evangélico durante la semana que acaba de pasar, y después aprovechan para cambiar impresiones sobre el comportamiento de los hijos: su tiempo libre, sus lecturas, las películas que han visto, sus amistades... Un detalle fundamental: todos tienen que estar presentes en este intercambio de ideas, lo cual resulta sumamente fácil ya que el piscolabis, que es obligatorio, siempre se toma a continuación del intercambio y antes de que se vayan. Ningún contratiempo, ninguna otra actividad puede perturbar ese compartir que es vital para el éxito de la reunión.
El movimiento amplía incluso su campo de acción con la iniciativa personal de las familias que acogen a amigos o conocidos, e incluso a extranjeros, como por ejemplo a estudiantes que buscan donde alojarse o a los que a veces se ofrece la ocasión de un encuentro amistoso. A veces, gracias a esos estudiantes, se entabla relación con sus familias de Asia o de Africa o con los que luego vengan a la universidad. Y se va formando una cadena de solidaridad con espíritu fraterno y cristiano que fortalece el cristianismo de cada uno de ellos.