El templo de Quechula quedó completamente sumergido por el Río Grijalva, al sureste de México. Por la sequía extrema, hoy se puede visitar en canoa.
La orden de los dominicos llegaron a Nueva España con una única misión: colonizar las almas de los pobladores originarios en el Nuevo Mundo. Con esta premisa, los sacerdotes de la orden de Santo Domingo llegaron a América en el siglo XVI, y se dispersaron a lo largo del actual territorio mexicano.
Una de sus conquistas más significativas fue la del actual sureste de México. La herencia colonial de la orden dominica se aprecia en múltiples templos y basílicas que fueron erigidas en el lugar de antiguos espacios de culto locales. Fue así como se construyó el templo de Quechula.
Un templo dominico coronado por garzas
Originalmente, los dominicos nombraron a su iglesia en Quechula en honor a Santiago, uno de los 12 apóstoles que acompañaron a Jesús en sus años de predicador. Su construcción comenzó pocos años después de que la orden llegar a Nueva España. Durante sus años de esplendor, pudo haber sido una de las basílicas más grandes de Chiapas.
Pilastras, arcos y ornamentos de cantera decoraron la fachada del Templo de Santiago, en Quechula. Sin embargo, el espacio sagrado fue abandonado en algún momento del tiempo. Al respecto, el arquitecto Carlos Navarrete, quien elaboró un reporte del estado de los vestigios para el gobierno local, piensa que se debió a una plaga:
«[…] EL TEMPLO FUE ABANDONADO ENTRE 1773 Y 1776 DEBIDO A UNA SERIE DE PLAGAS QUE AFECTARON LAS COMUNIDADES DE LA ZONA, QUE HOY ES POBLADA POR INDÍGENAS ZOQUES», EXPLICA EN ENTREVISTA CON EL PAÍS.
Los arqueólogos del Instituto Nacional de Arqueología e Historia (INAH) en México piensan que, debido a la orografía de la región, eventualmente el Río Grijalva se desbordó. Por la fuerza del caudal, la iglesia quedó completamente sumergida.
Durante siglos, el agua del río mantuvo el templo por debajo de la superficie. Sin embargo, quedó al descubierto por primera vez tras la construcción de la presa Malpaso, en 1966. Algunas de sus paredes principales se vencieron por las condiciones ambientales, pero el esqueleto de la basílica permanece.
Tanto así que, por la sequía que aqueja al Grijalva hoy en día, más de la mitad del Templo De Santiago ha quedado al descubierto. Si en el siglo XVI estuvo coronado por ornamentos ostentosos de cantera, en la actualidad, las ruinas están coronadas por las garzas que pescan en el caudal.
En un río cada vez más seco
El Río Grijalva ha sido gravemente impactado por el fenómeno El Niño. Aunque sucede de manera natural cada año, la crisis climática global lo ha hecho cada vez más errático y severo. Así lo define la Organización Meteorológica Mundial (OMM):
«[…] FLUCTUACIÓN DE LAS TEMPERATURAS DEL OCÉANO EN LA PARTE CENTRAL Y ORIENTAL DEL PACÍFICO ECUATORIAL, ASOCIADA A CAMBIOS EN LA ATMÓSFERA,» EXPLICA LA INSTITUCIÓN.
Desde hace 6 años, además, la presión por el consumo humano de agua ha bajado considerablemente el caudal del Grijalva. Más que nada, por la presión que impone la presa Malpaso sobre el río. Sólo así es que ha sido posible explorar las ruinas de la basílica, que de otra manera, estarían completamente cobijadas por el agua.
En los tiempos de sequía más severa, el estado de Chiapas ha aprovechado las bajas en el río para que los turistas visiten el Templo de Santiago, en Quechula, con un paseo en kayac. A lo largo de los 61 metros de nave que tiene la iglesia, los visitantes pueden navegar en canoa al interior.
Para que el templo de Quechula sea visible, el caudal del Río Grijalva debe de estar 25 metros por debajo del promedio sano. A pesar de que los manglares y otras especies vegetales —antaño acostumbradas a las generosas lluvias tropicales de la zona— están sufriendo el estrés hídrico, las personas se pasean en el esqueleto de la iglesia dominica.