Al comienzo de su discurso, el Santo Padre defendió que “el deporte debe estar siempre al servicio de la persona y de la sociedad y no de intereses o lógicas del poder”. A continuación, destacó algunas lecciones que enseña un deporte como el voleibol.
En primer lugar, “en el juego, como en la vida cotidiana, hay que tomar la iniciativa, asumir responsabilidades, implicarse. Nunca te quedes quieto”.
“El deporte puede ayudar mucho a superar la timidez y la fragilidad, a madurar en la conciencia, a ser protagonistas”, aseguró.
Más tarde, explicó que “el bateo corresponde a la recepción. Del mismo modo que hay que estar dispuesto a recibir el balón para dirigirlo hacia una zona determinada, también es importante estar dispuesto a recibir sugerencias y a escuchar, con humildad y paciencia”.
Además, subrayó que “uno no se convierte en campeón sin un guía, sin un entrenador dispuesto a acompañar, a motivar, a corregir sin humillar, a levantar cuando uno se cae y a compartir la alegría de la victoria”.
Por ello, el Papa defendió que “se necesitan personas que sean puntos de referencia sólidos, capaces de enseñar a ‘recibir’ bien, identificando los talentos de sus atletas para hacerlos fructificar de la mejor manera posible”.
“Luego está la subida, el pase al socio o compañero que tiene la tarea de finalizar la acción. Nunca estás solo, siempre hay alguien a quien servir. No sólo existe la dimensión individual, sino que se forma parte de un grupo: todos están llamados a contribuir para que ganemos juntos”, apuntó.
El Santo Padre señaló asimismo que “en un mundo en el que la gente se apresura a aparecer y emerger a toda costa, en el que el yo se antepone al nosotros, en el que se descarta a los débiles e improductivos, el deporte puede ser un signo convincente de unidad, de integración, y puede enviar un fuerte mensaje de paz y amistad”.
En esta línea, el Papa dijo que “lo decisivo es, sin duda, la acción de ataque, que permite sumar puntos y construir la victoria”.
Por ello alentó a “fomentar un sano espíritu competitivo, sin sucumbir a la tentación de ganar pisoteando las reglas”.
Asimismo, dijo que “el sacrificio, el entrenamiento y el rigor son elementos indispensables del deporte, mientras que la práctica del dopaje, además de peligrosa, es un engaño que resta belleza y diversión al juego, lo mancha de falsedad y lo ensucia”.
Por último, advirtió que “el dinero y el éxito nunca deben restar importancia al elemento lúdico, a la diversión. Y por eso recomiendo tanto: no abandonar nunca la dimensión amateur del deporte”.