Entender el mensaje mariano

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Al lado de la Virgen apreciarás de verdad el valor de una vida sobrenatural y de una espiritualidad profundas. En su vida, cada gesto, cada pensamiento, hasta los más mínimos estaban inspirados por Jesús...

Hay tres palabras en las que se puede resumir toda la vida de tu Madre. Grábalas fervientemente en tu corazón, medítalas y ponlas en práctica:

  • «Yo soy la esclava del Señor»: Ecce...
  • «Hágase en mí según tu palabra»: Fíat...
  • «Mi alma glorifica al Señor»: Magnificat... (Lc 1,38.46) (Card. Van Thuan).

El rosario es una cadena de oraciones que te une a María. Es también la película que te recuerda todas las etapas del camino de la esperanza que ella recorrió: su amor tierno en Belén, su angustia durante la huida a Egipto, el silencio y el trabajo en el taller de Nazaret, su fervor en el templo, su emoción cuando oía predicar a su Hijo, su vida con san Juan. En una palabra, la historia de dos vidas que fueron una sola, pues el Señor vivía en ella y ella en él. No dejes el rosario que te ha dado tu Madre, María, pidiéndote que vivas como ella, con ella, por ella y en ella (Card. Van Thuan).

Las apariciones de la Virgen pudieron haber tenido lugar en una gran ciudad, entre los rascacielos, o en grandes basílicas ante personajes famosos o ante teólogos. Pero ella ha querido elegir lugares solitarios y alejados; y se mostró a los humildes. Ha querido acercarse a los que nadie quiere y a sitios adonde nadie quiere ir. Y quiere que también tú te acerques a ella (Card. Van Thuan).

Al lado de la Virgen apreciarás de verdad el valor de una vida sobrenatural y de una espiritualidad profundas. En su vida, cada gesto, cada pensamiento, hasta los más mínimos estaban inspirados por Jesús. Ni un solo momento vivió alejada de él. La vida de la Virgen fue pura interioridad. En ella, no existió la más mínima separación entre acción y contemplación, pues la contemplación impregnaba la acción y la acción nacía de la contemplación (Card. Van Thuan).

En todos los lugares donde se ha aparecido la Virgen —en Lourdes, Fátima, La Salette, Trois Riviéres (Canadá), Tra Kieu, Lavang (en el Vietnam), etc.—, lo ha hecho como madre misericordiosa para recordar a los hijos de Dios, en los momentos cruciales de la historia, que Él los ama y los llama. María nos habla siempre como madre corredentora.

Los niños que vieron y contemplaron a María — Bernardeta, Francisco, Jacinta, Lucía— cambiaron su vida y se transformaron, santificándose. ¿Por qué nosotros seguimos siendo tibios, a pesar de conocer su mensaje? ¿Tal vez porque lo entendemos mal o muy superficialmente?

  1. Cambio de vida: ¿Pensamos tal vez que este consejo se dirige únicamente a los pecadores, y no a nosotros, porque nosotros cumplimos con nuestras obligaciones de cristianos?
  2. Devoción a María: ¿En qué consiste nuestra devoción a la Virgen? ¿Simplemente en hacer fielmente la novena del Carmen o la del Perpetuo Socorro, o en asistir los sábados a misa, en especial los primeros sábados de mes?
  3. Rezo del rosario: ¿Cómo lo hacemos? ¿Simplemente rezando el mayor número de rosarios que podemos..., pero pensado en otra cosa?

Si es así, no puede haber nada más superfluo y erróneo, pues el mensaje mariano implica, en pocas palabras, toda una vida de santificación y un programa de salvación. Esa vida y ese programa consisten en:

  1. Cambio de vida: un vuelco total, una conversión personal, un despojo (cambio de piel), la mortificación en las cosas de escasa importancia para agradar a María. Un cambio incesante para parecerse a María, para unirse a Cristo y para ser cada día más perfectos según el modelo de Cristo.
  2. Devoción a María: Sería demasiado fácil reducirla a rezar unas oraciones. La verdadera devoción consiste en esforzarse por imitar sus virtudes, por evitar todo lo que le disguste, en amar a Jesús y a José como ella, en hacer apostolado para llevar a otros a Cristo por medio de ella.
  3. Rezar el rosario: Para unirse a María y a sus sentimientos, para vivir con ella los misterios de Jesús encarnado, muerto y resucitado. De forma que toda nuestra vida sea un rosario, una prolongación de los sentimientos de Cristo en la vida de cada día.

Entender así el mensaje mariano equivale a consagrar la vida a hacer realidad el programa de vida cristiana que María desea para el cristiano en el mundo de hoy.

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