La resurrección de Cristo constituye el fundamento de la esperanza del cristiano en la vida eterna.
«Él es la "irradiación de la gloria" del Padre. Es el Hijo en el sentido pleno y, por tanto, la perfecta presencia de Dios en medio de la humanidad», SS JPII.
«Él es la luz y la vida, como proclama san Juan en el prólogo de su Evangelio: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres"», SS JPII.
Basándose en esta certeza, el cristiano también cultiva la esperanza en el don de la vida eterna.
Resurrección, misión y ministerio
1. La profundización de la relación con Cristo que se encuentra en los relatos de las apariciones implica, a menudo, un fortalecimiento de la acción para el servicio misionero y ministerial:
2. María de Magdala, por ejemplo, es enviada a indicarles a los apóstoles que se les aparecerá en Galilea (Mc 16,7).
3. Saulo es enviado a la casa de Ananías (Hch 9).
4. Cuando Jesús Resucitado aparece en la estancia en que se encontraban los discípulos "por miedo a los judíos" (Jn 20,19), les da un mandato con las siguientes palabras: "Como el Padre me envió, también yo os envío" a perdonar los pecados (Jn 20,21-23).
5. Al encontrar a Jesús a orillas del Tiberíades, Pedro recibe el mandamiento "Apacienta mis corderos" (Jn 21).
6. La aparición de Jesús a los discípulos, Camino de Emaús, hace que "sus corazones ardan" mientras habla con ellos y les explica las escrituras (Lc 24,32). Los discípulos deciden de inmediato regresar donde los demás y contarles la buena nueva de lo que les ha ocurrido.
Es así que la resurrección constituye una manifestación del sacramento de la salvación vivida en las acciones de aquellos a quienes Jesús encuentra. Es ésta la definición de lo que la Iglesia está llamada a ser.
La resurrección y la constitución de la Iglesia
1. Las apariciones de Jesús nunca acontecen sin motivo.
2. Manifiestan la salvación al acrecentar la fe,
3. Promueven la adhesión a él en una relación personal con el salvador,
4. Constituyen la Iglesia como comunidad de creyentes y
5. Envían a los discípulos con la misión de difundir la buena nueva de Jesucristo a los demás.
Sin la presencia del Señor resucitado en medio de sus discípulos no es en absoluto posible la fundación de la Iglesia que
"Cristo constituye místicamente en su cuerpo" (LG 7; cfr. 1 Co 12).
Esos mismos apóstoles se transformaron en "las piedras de fundación de su Iglesia" (CIC 642). Por eso la resurrección se convierte en la condición que hace posible la fundación de la Iglesia. "En la resurrección, toda la historia eclesial tiene su punto de partida, el único que atribuye a la existencia anterior de Jesús y a su cruz consecuencias de importancia enorme" (von Balthasar 1990: 191).
La resurrección como momento de fe en un acto divino
El núcleo de esta buena nueva es expresado por las fórmulas de fe del misterio pascual, que es, por su naturaleza, una expresión de la fe de la Iglesia antigua. Von Balthasar (1990: 192), comentando el relato de Pablo de las apariciones del resucitado en 1 Co 15, reconoce "dos afirmaciones esenciales de la fórmula":
1. Pablo afirma que, en su tiempo, había un gran número de testigos de la resurrección que todavía "podían ser interrogados". Esta afirmación no responde tanto a la necesidad de demostrar la resurrección, como a la de afirmar el plan de Dios que ha escogido a algunos para que sean testigos de Jesús como juez de Dios para todos los vivos y los muertos y como salvador del mundo (cfr. Hch 10,40-43).
2. La fórmula conecta explícitamente dos acontecimientos: la crucifixión y la resurrección como una única profesión de fe.
La resurrección y la vida sacramental
El misterio pascual es también la manifestación de la liturgia en la comunidad cristiana primitiva. Por ese motivo, podemos comprender con facilidad las dimensiones litúrgicas y sacramentales de las apariciones de Jesús.
1. La centralidad de la Eucaristía como presencia de Jesús en medio de su pueblo es el momento culminante del relato de Emaús. En el mismo episodio, Jesús parte el pan como sumo sacerdote (Lc 24).
2. Cuando los discípulos reciben el mandamiento de perdonar los pecados encontramos la institución del sacramento de la penitencia (Jn 20).
3. La aparición a Saulo tiene como consecuencia su bautismo (Hch 9). De hecho, el sacramento del bautismo es el signo principal de la entrada en la comunidad de fe expresada por numerosas fórmulas credales del misterio pascual.
La resurrección: histórica y trascendente
La resurrección es acontecimiento histórico y trascendente. El acontecimiento histórico es el que transforma la naturaleza de la historia misma, al abrir a la humanidad a la vida de una relación vivificante con Dios, que nos constituye como "una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo" (2 Co 5,17-18).
La resurrección de Cristo es un acontecimiento histórico "que tuvo manifestaciones históricamente comprobadas, como lo atestigua el Nuevo Testamento" (CIC 639). Pero es también, al mismo tiempo, un acontecimiento que va más allá de la historia. "Permanece en el centro del misterio de la fe, en aquello que trasciende y sobrepasa a la historia" (CIC 647).
Es así porque la esencia de la resurrección es el pasaje de Cristo a una vida nueva y la manifestación de una nueva creación.
1. Las apariciones nos aseguran que esta nueva vida puede hacerse visible a los sentidos de este mundo, pero los relatos nos recuerdan que se trata de una vida arraigada en el reino de Dios, que trasciende este mundo.
2. Por ello Cristo resucitado no se revela al mundo, sino a sus discípulos, "a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13,31).
Bibliografía
Resurrectio tamquam eventus historicus et transcendens
Prof. Stuart C. Bate, OMI, Johannesburg. Congregación para el Clero, Santa Sede.
S.S. Juan Pablo II, Primera audiencia general, Vaticano, miércoles, 17 marzo 2004