Hay una frase de Gandhi que siempre me ha hecho pensar: «Tengo gran simpatía por Cristo, pero no por los cristianos: éstos no se parecen a él». (C. E 634).
Renovarse es volver a las fuentes. Pues no hay más que una fórmula para una verdadera renovación: «Que los católicos vuelvan al catolicismo y que los cristianos vuelvan a Cristo». Tal vez esta fórmula te extrañe al principio; pero, si te detienes a pensarla, te darás cuenta de que es la única verdadera.
Hay una frase de Gandhi que siempre me ha hecho pensar: «Tengo gran simpatía por Cristo, pero no por los cristianos: éstos no se parecen a él». (C. E 634).
Cada día que nace, vuelve a evangelizar tu mente y tu corazón con la lectura y la meditación. Bebe en la fuente de las palabras de vida. Así, poco a poco, el Evangelio irá impregnando todas tus células y cada fibra de tu ser. Esa es la auténtica renovación, la revolución más verdadera (C. E 646).
A partir de hoy, los rasgos de tu rostro, todos tus gestos, tu silencio, tu corazón, tu alma, tus acciones, tu manera de vivir y tu forma de morir deberán reflejar a los ojos de los demás, dondequiera que estés, la luz divina que habita en ti (C. E 649).
Si te conformas con ser un cristiano «que va a misa», no te renovarás. El demonio intenta echar del mundo a Dios y llevar al mundo lejos de Dios. Tú tienes que esforzarte por traer a Dios al mundo y llevar al mundo hacia Dios (C. E 650).
Ni las murallas ni los fortines constituyen una barrera tan resistente como tu indiferencia. «¿A mí qué me importa si los otros se mueren, si pasan hambre...? ¿Qué me importa si todo se hunde y se va a pique...? ¡Allá ellos!». ¿Quién podrá saltar esa barrera? (C. E: 652).
Sólo podrán renovar la sociedad los que se hayan renovado a sí mismos siendo fieles al Evangelio. La fe revalorizará sus esfuerzos por cumplir con su deber. No se sabe muy bien dónde se encuentran. No se les oye. Y sin embargo, algo se nota que ha cambiado. La vida parece más hermosa. Un extraño perfume flota en el ambiente (C. E 653).
No será un paso rápido y apresurado lo que te hará progresar, sino un paso firme y bien orientado. Ni serán tus gritos los que pongan en marcha al mundo. Ponte en marcha tú primero (C. E 654).
Meditemos esta página de una célula comunista que apareció en la revista Tu Do («Libertad»), editada en Friburgo (Suiza):
«El Evangelio es un instrumento de renovación más eficaz que nuestro marxismo. Sin embargo, al final triunfaremos nosotros.»
«Nosotros no somos más que un grupito al lado vuestro, que sois millones. Pero vosotros sólo vivís en apariencia, mientras que nosotros vivimos de verdad. Como estamos decididos a alcanzar nuestra meta, ponemos todos los medios para lograrla. De nuestras ganancias y nuestro dinero, sólo guardamos lo necesario, y el resto lo ponemos al servicio de la extensión de nuestra causa. A este trabajo de difusión dedicamos también nuestro tiempo libre y parte de nuestra jornada.»
«Vosotros, por el contrario, sólo dedicáis un poco de dinero y un poco de tiempo al trabajo de la evangelización. ¿Quién va a apreciar los valores espirituales del Evangelio si vosotros no los vivís ni los propagáis, y si sois tan tacaños con el dinero y con el tiempo?»
«Creednos, nosotros triunfaremos, porque creemos en la causa comunista y porque estamos dispuestos a sacrificarlo todo, hasta nuestra vida, para que sea reconocida la justicia social.»
«En cambio vosotros tenéis miedo a comprometeros.»
Preguntémonos si esas palabras no podrán aplicarse a cada uno de nosotros. ¿Hemos leído, hemos aprendido a poner en práctica el concilio Vaticano II? ¿Más o menos? ¿En qué medida?