¡Revestidos del más grande poder que ha existido!

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Ahora enviare a Uds. lo que mi Padre prometió. Quédense serán revestidos de lo Alto, nos prometió Jesús.

Se trata del poder de Dios Padre y del Hijo, regalándonos todo lo que deriva del amor. Es algo así como lo sucedido a María durante la Anunciación, cuando el ángel le explica que será invadida por el Espíritu y por ende concebirá a Jesús. Así pues sucede con nuestras almas en Pentecostés (Conmemoración de la Venida del Espíritu Santo), la gracia que recibimos nos regala al buen Jesús. Y como Jesús nunca anda solo, sino que lo acompaña el Padre, también Él  nos viene.

Espiritualidad es actuar como el Espíritu Santo nos inspira. Esta moción interior es tan portentosa como humilde, y opera silenciosamente. ¿Tiene alguien más poder que aquel quien dio inicio y vida a todo lo creado, visible e invisible, algo tan abrumadoramente gigante y colosal como el Cosmos?

El Espíritu Santo es un don (regalo) increado, une espíritu eterno. O sea, es un don que ha existido siempre. Estamos acostumbrados a que todo tenga un principio y un fin, es un misterio. A diferencia de Dios eterno, tú y yo somos inmortales, es decir, fuimos creados en un momento dado, y a partir de ahí no muere el alma (aún después de la muerte del cuerpo). Es un don personal que me dice que Dios me ama tanto, que me da gratuitamente este incomparable regalo.

¿Y es acaso acto el anterior de una sola vía? Pues no, señor. Por el hermoso –y muchas veces despreciado- don de la fe conocemos estas verdades que nos insufla y se revelan con el Espíritu. Solo así podemos tener la certeza de que Dios nos tiene el mejor plan posible, el que nos conduce a la felicidad incluso cuando parece que todo se colapsa a nuestro alrededor. Esa felicidad es posible tras el combate espiritual, en la que nunca estamos solos, nos auxilia el regalo la fortaleza que también el espíritu de Dios provee gratuitamente. ¿Pero cómo saber que nos conviene y que no? Ah! Aquí se revela infalible el don de la sabiduría, que no la que el mundo ofrece, sino aquella que nos indica la mejor manera de juzgar lo que viene de Dios, y lo que no; y lo que no, es mejor ni asomarse… Con inteligencia espiritual se te revelaran las cosas ocultas, la verdad Divina, y entender la sabiduría de Dios.

Pero esta lucha sería inútil sin la esperanza que nunca defrauda -que no debe confundirse con optimismo-. La esperanza nos conforta al saber que el mal pasará y nos espera una infinidad unidos al Dios por una eternidad. O sea, la esperanza es un ardiente deseo de amar, que ansía la presencia del Señor. Es un amor que desea y ansia la presencia de Dios, la experiencia de Dios (que cuando llega, no deja la menor duda de su paso). La fe esta firmemente anclada en Jesús, y tenemos esperanza futura. La esperanza casi siempre tiene que ver con alguna cosa que no tenemos y deseamos, pero estamos seguros porque, por experiencia, sabemos que Dios puede dárnosla, y nos la dará!

Los frutos de aceptar al Espíritu Santo son: amor, gozo, paz, paciencia, comprensión, bondad, generosidad, fidelidad, mansedumbre y castidad.

Y si después de todo sigues sintiendo que nada te suena, pide, y se te dará, el don de Piedad, que es el que guía y dirige nuestras relaciones con Dios y con los demás. Contemplaras la dimensión de la familia de Dios y de su incomparable paternidad. Así temeremos ofenderle, pues ya sabemos lo infinitamente bueno que puede ser, así que no queremos que se marche por ningún motivo (mejor conocido por “temor de Dios”). Dios te bendiga!

 

Ricardo Padilla

Soy una estrambótica declaración del amor de Dios. Melómano, poético, Tolkien-nomano, ergo cafeinómano. Políticamente incorrecto -¡sí!- . Decididamente acuático. Insoportablemente etólogo.  DSI: es la neta. ¡Viva la vida!