“El cambio del Espíritu Santo es diferente: no revoluciona la vida a nuestro alrededor, pero cambia nuestro corazón”.
En la celebración del día de Pentecostés la Iglesia recuerda la llegada del Espíritu Santo, al cual el Papa Francisco comparó con “un viento fuerte que entra en las situaciones y las transforma, cambia los corazones y camba los acontecimientos”.
Así pues “el Espíritu libera los corazones cerrados por el miedo. Vence las resistencias. A quien se conforma con medias tintas, le ofrece ímpetus de entrega. Ensancha los corazones estrechos. Anima a servir a quien se apoltrona en la comodidad. Hace caminar al que cree que ya ha llegado. Hace soñar al que cae en tibieza. He aquí el cambio del corazón”.
Es el único que puede transformar la vida por completo, aunque muchos “prometen períodos de cambio, nuevos comienzos, renovaciones portentosas, (sabemos que) ningún esfuerzo terreno por cambiar las cosas satisface plenamente el corazón del hombre”.
Y es que, a diferencia de estas promesas vacías, “el cambio del Espíritu es diferente: no revoluciona la vida a nuestro alrededor, pero cambia nuestro corazón; no nos libera de repente de los problemas, pero nos hace libres por dentro para afrontarlos; no nos da todo inmediatamente, sino que nos hace caminar con confianza, haciendo que no nos cansemos jamás de la vida”.
Esto solo es posible gracias a la obra de renovación del Espíritu: “Renovando el corazón, transformándolo de pecador en perdonado. Este es el gran cambio: de culpables nos hace justos y, así, todo cambia, porque de esclavos del pecado pasamos a ser libres, de siervos a hijos, de descartados a valiosos, de decepcionados a esperanzados. De este modo, el Espíritu Santo hace que renazca la alegría, que florezca la paz en el corazón”.
“El Espíritu cambia los acontecimientos. Como el viento sopla por doquier, así él llega también a las situaciones más inimaginables”, afirmó el Pontífice durante su reflexión.
Por ello, el Papa Francisco animó a pedir que el viento del Espíritu Santo “sople sobre nosotros. Sopla en nuestros corazones y haznos respirar la ternura del Padre. Sopla sobre la Iglesia y empújala hasta los confines lejanos para que, llevada por ti, no lleve nada más que a ti. Sopla sobre el mundo el calor suave de la paz y la brisa que restaura la esperanza. Ven, Espíritu Santo, cámbianos por dentro y renueva la faz de la tierra”.