El consejo de un santo a un joven para fortalecer su fe y vencer las tentaciones.
La publicidad del demonio de la impureza es muy seductora. Los alegatos del defensor del instinto carnal son muy persuasivos. No los escuches. Convéncete de que, tras un instante de placer, sólo sentirás hastío, remordimiento y soledad. ¿Quieres cambiar paraíso por infierno? (Card. Van Thuan).
Cuanto más casta sea tu vida, más se fortalecerá tu voluntad, pues se habrá forjado en muchos y valientes combates (Card. Van Thuan).
— Padre, yo quisiera corregirme. Pero las tentaciones son muy fuertes, mucho más fuertes que yo.
San Felipe Neri mira a ese joven de buena voluntad y lo anima con cariño:
— Animo, hijo. Tan sólo te aconsejo que hagas dos cosas: rezar todos los días la Salve y meditar en la muerte. Esfuérzate por imaginarte a tu cuerpo en el seno de la tierra, en plena descomposición, con los dos ojos vacíos, devorados por los gusanos. Y dite esto a ti mismo: «¿Y eso es lo que me lleva a correr tras los placeres carnales y a perder el cielo?».
El joven, fiel a esos dos consejos, rezaba todos los días a la Virgen de la misericordia, de la vida y de la esperanza, y meditaba en la muerte. Y con la gracia de Dios, luchó hasta el final.