Cristo ha querido edificar su cuerpo místico por medio de células familiares: [...] Por intermedio de estas células vivas y sanas es como se transmite la fe (C. E. 495).
Cristo ha querido edificar su cuerpo místico por medio de células familiares: la Iglesia puede cambiar su orientación apostólica, sus movimientos de acción católica pueden transformarse, pero nunca dejará de desarrollarse por medio de las familias. Por intermedio de estas células vivas y sanas es como se transmite la fe (C. E. 495).
La educación de los hijos es una escuela de perfeccionamiento para los padres. Los niños tienen una mirada crítica: son unos observadores implacables. Os obligarán a vivir de acuerdo a vuestra misión y os ayudarán a mejorar (C. E 496).
A comienzos del siglo XX vivía en Londres una familia obrera pobre, con trece hijos. El marido trabajaba todo el día en un barrio alejado. A la madre le tocaba el cuidado y la educación de los hijos, a los que tenía acostumbrados al trabajo y a la piedad. A los que se extrañaban de verla pasar todos los días una hora en la iglesia, les respondía que ésa era la única posibilidad que tenía de conseguir educarlos. «Sin la gracia de Dios que alcanzamos por medio de la oración, ¿cómo voy a ayudarles a resistir a la fuerza de arrastre de sus compañeros, a los malos ejemplos y la perversidad de cada día?»
Y no vio defraudada su confianza: un cardenal, un arzobispo, dos sacerdotes, dos religiosos y dos religiosas han salido de esa familia Waughan, sin contar a cinco padres y madres de familia ejemplares.