Vivimos en un mundo con seis mil millones de personas. Son tiempos difíciles, enfrentamos grandes retos.¿Qué podemos hacer como católicos?
Todos los días lo escuchamos en las noticias: Problemas económicos, el deterioro del medio ambiente, la falta de empleo, la corrupción política, las olas de crímenes, la pobreza, la falta de educación, la desigualdad, el tráfico de personas, la guerra, la migración forzada, la adicción a las drogas, y un largo etcétera.
O como dice el Papa Francisco: “Hoy en día muchas de nuestras ciudades se han convertidos en verdaderos lugares de supervivencia. Lugares donde la cultura del descarte parece haberse instalado y deja poco espacio para una aparente esperanza. Ahí encontramos a nuestros hermanos, inmersos en esas luchas, con sus familias, intentando no solo sobrevivir, sino que en medio de las contradicciones e injusticias, buscan al Señor y quieren testimoniarlo”
¿Qué hacer?
¿Cuál es el papel de un católico ante los retos del mundo presente? ¿Cuál es su compromiso? ¿Podemos, solamente ser católicos en la intimidad de nuestros hogares, y dejar que los acontecimientos político-sociales se encarguen de ellos mismos?
Juan Pablo II escribió: “¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre; quién está condenado al analfabetismo; quién carece de la asistencia médica más elemental; quién no tiene techo donde cobijarse? El panorama de la pobreza puede extenderse indefinidamente, si a las antiguas añadimos las nuevas pobrezas, que afectan a menudo a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos, pero expuestos a la desesperación del sin sentido, a la insidia de la droga, al abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social... ¿Podemos quedar al margen ante las perspectivas de un desequilibrio ecológico, que hace inhabitables y enemigas del hombre vastas áreas del planeta? ¿O ante los problemas de la paz, amenazada a menudo con la pesadilla de guerras catastróficas? ¿O frente al vilipendio [desprecio] de los derechos humanos fundamentales de tantas personas, especialmente de los niños?».1
Y si el segundo mandamiento más importante es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. ¿No es éste un llamado a actuar y mejorar el mundo?
El Papa Francisco nos recuerda que “Trabajar por el bien común es un deber de un cristiano” y que “Una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo”.
El “tesoro escondido” de la Iglesia
Y es que de los valores cristianos se derivan varios principios para la vida social y política, como: la irrenunciable dignidad de la persona humana (base de los derechos humanos), el destino universal de los bienes y la búsqueda del bien común, los principios de solidaridad y subsidiaridad, la familia como célula vital de la sociedad o de una economía para el beneficio de las personas. Conocidos como la Doctrina Social de la Iglesia, que pretendo explicar en una serie de artículos posteriores.
Pero, primeramente, para evitar confusiones dejen decirles de qué no se trata la Doctrina Social de la Iglesia.
De qué no se trata
No se trata de apoyar a un partido en vez de a otro, o a un político en vez de a otro. La decisión de a quién apoyar se deja a la libre voluntad de cada individuo.
No se trata de algo exclusivo para católicos. Como se verá lo que se busca es un sistema social que apoye a la persona humana y la ayude a desarrollarse de forma integral. Algo que cualquier persona de buena voluntad puede apoyar sin necesidad de volverse católico.
No se trata de revertir la separación entre el Estado y la Iglesia. Esto es resultado de un largo proceso histórico plenamente aceptado.
No se trata de imponer nuestras ideas. Vivimos en una sociedad plural, lo que enriquece el diálogo público y nos ayuda a repensar nuestras ideas. Debemos respetar las reglas de la democracia, en la que hay que actuar convenciendo y no imponiendo. Y, finalmente, aceptar la decisión de la mayoría, y si ésta no nos favorece, entonces redoblar nuestros esfuerzos y razonamientos para cambiar la opinión pública.
No es un sistema político. No se trata de apoyar al capitalismo o al comunismo, o a cualquier otro “ismo”. Lo que se expone son principios que pueden tomar formas muy diversas. De hecho, se denuncian los errores y los excesos en los que han caído las implementaciones de estos dos sistemas.
Se trata de que somos ciudadanos y tenemos derechos y obligaciones. Y a la vez, somos católicos y tenemos ideas con las cuales podemos contribuir al bien común de nuestra sociedad.
Espero sus opiniones, comentarios, críticas,... chistes y en su caso… ¡jitomatazos!