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El Rey Wenceslao de Bohemia era un ferviente católico. Su guardaespaldas, no tanto. Sin embargo la fe del primero logró terminar con las quejas del segundo en un curioso milagro.
Para los que aman a Dios —decía San Felipe Neri—, no hay trabajos pesados ni fatigosos. El mismo trabajo se convierte en fuente de alegría.
Con todos los esfuerzos de renovación..., con todos los hombres y sus técnicas..., ¿qué será de nosotros?... Si ya no consideramos al Señor como la fuente de esperanza que renueva nuestras vidas y nos da la alegría, ¿quién se atreverá a responder?
Las obras de caridad no son necesariamente apostolado. Lo son si se realizan como una misión que el Señor nos ha asignado (C. E 295).
Has de estar dispuesto a sacrificar las comodidades que creas incompatibles con la vida de un auténtico apóstol. No te crees necesidades inútiles (C. E. 303).
Guarda cuidadosamente un secreto: la oración. No hay nadie más fuerte que una persona que ora, pues el Señor le ha prometido que le concederá todo lo que pida.
Formar miembros activos del Cuerpo místico de Cristo, hacer que sus hijos sean hijos de Dios: ésa es la misión de los padres, que llevará a sus hijos a ser pioneros en todos los ámbitos y en todas las virtudes (C. E 492).
Huye de las polémicas. Te volverán ciego. La pasión es como la niebla: vela la claridad de la sabiduría divina (C. E 210).