sorpresa de algunos, testimonio de todos, … porque un alma joven no sabe estar triste.

Ahora que llegas a los altares, cumples fiel el refranero castellano: “un santo triste, es un triste santo”…  Lo dijo San Francisco de Sales, con quien podrás seguir riendo en el cielo. Allí te habrá recibido gozoso San Pablo, quien nos recomendara un día: “… estad alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres”. Y al pequeño Felipe Neri, quien sabía bien que “la alegría conquistaría al mundo”.

Me hago consciente de que la alegría nunca será total porque no es un estado fijo, pero tú nos enseñaste que sí la podemos convertir en “actividad permanente”: ¡ser felices, y hacer felices a nuestros hermanos… ¿puede haber vocación más grande? Esta fue la tuya, y hoy quiero sea mía…

Seguro que con estas imágenes pueden ustedes reír, y pueden llorar, pero en ambas gozarán… y eso es la Felicidad. No se compra la alegría, se adquiere, se va construyendo de día en día; es el fruto de una conciencia tranquila, la de quien sabe haber hecho lo que debía… La alegría no se vende, hay que conquistarla. “Es –como advertía antes– una actividad permanente…” y esa fue la tuya, y hoy quiere ser la mía…

Sólo estas frases para brindar mis honores a nuestro papa beato, Juan Pablo II, porque estás en nuestro corazón y tu alegría ilumina nuestras vidas… apóstol de la verdad, contagiando alegría…

Amigo: “Nunca creas en ninguna verdad  –nos dejó dicho Nietzsche– que no lleve consigo, al menos, una alegría”, este colofón para ti Birjoo, en nombre propio y –con su permiso– de nuestro papa.